Luis Ernesto Behares, meu irmão por escolha, depois de ler o texto " Até que a morte os separe?", enviou-me este e-mail, que compartilho com os leitores do Correndomundo - a devida licença dele... ainda vou pedir!
Obrigada, Luisinho, sabes que és um dos meus escritores preferidos.
Para Aldema
Hace muchos años que en Uruguay es raro ver un casamiento de señor y
señora a la antigua usanza. La gente se junta de hecho, o (mucho menos) elige
el trámite de concubinato oficial, que como ceremonia sólo tiene la entrega de
una sentencia judicial en una oficina del quinto piso, sala 348 de un juzgado.
El último de aquellos al que fui fue en 1999, o sea en el otro siglo.
Aun así, asistí recientemente a algunos casamientos del “nuevo”
tipo, que paso de contar.
El primero fue el casamiento de mi amiga Chispa, hace una década. Al
cumplir los 50 años de casada con su querido Fuccio, organizó una gran fiesta
en la que estaba lo más granao de la
intelectualidad, las artes, la ciencia y la política uruguayas, además de sus
cinco hijos y 14 nietos (algunos con sus esposos/as y sus hijos). Al mejor
estilo de Ettore Scola, Chispa y Fuccio se presentaron con el mismo atavío de
su primer casamiento en 1952, unos meses antes de nacer yo. Ropas raídas,
amarillento el vestido de novia, agujereado el velo, incómodo y ajustado el
viejo jaquet del novio, con una de las colitas comida por las polillas. Hicieron
un speech en el que declaraban que el casamiento nunca se había consumado, por
lo que había que empezar de nuevo. Discurrieron, en un diálogo inteligentísimo
al modo escolástico, sobre en qué consistiría la consumación y quien podría, si
fuera el caso, confirmarla. Luego, algunos de sus nietos, varios de ellos
músicos de nota, tocaron y cantaron el Stabat Mater de Pergolesi, mientras los
novios lo “bailaban” al estilo hippie bajo la luna del verano entre los
pinares, y sus hijos repartieron una torta de casamiento para cada persona, con
un cartelito de “cómasela toda, no tendrá otro casamiento en esta década”.
El segundo fue en Rosario (Argentina) en 2010. Como quedé sin nada
que hacer un sábado de mañana, salí a caminar por la costanera del Paraná. Me
encontré con una plazoleta, llena de gente ataviada de fiesta y mozos de
cocktail repartiendo espumante y canapés. Me acerqué, enseguida me ofrecieron
las vituallas. Una orquestita tocaba una seguidilla de los Strauss. Por una
puerta que daba a la plazoleta (luego supe que era un “Registro de Estado
Civil”), aparecieron los novios: dos viejecillos (no menos de 80) vestidos de
camisa y pantalón blanco y una banda roja al modo de las misses o de los
presidentes. Era el primer casamiento gay de Rosario. Los aplaudieron a rabiar,
les tiraron quilos de arroz rojo y bailaron entre ellos y con todos y todas los
que los invitaron. Unas ancianas, tocadas con redecillas en sombreros
apabullantes, me dijeron que el noviazgo había durado más de 60 años. Unos
muchachones que vendían salud y testosterona me comentaron que estaban
organizando un concurso con la mejor imaginarización de la noche de bodas. Los
viejecillos parecían no estar ahí del todo, sobre todo uno de los dos, que
miraba al cielo, tal vez buscando la escalera…
El tercero, en 2011, fue una sorpresa. En las sierras de Minas (Uruguay),
Eladio y Daniel, dos treintañeros (uno abogado, alto jerarca de la Suprema
Corte de Justicia, el otro capitán de la Marina) se dieron los votos ante sus
antiguas esposas y sus hijos, que oficiaron como testigos, acompañados de unos
30 invitados. La ceremonia fue por un rito metodista reformado, y el pastor los
declaró “compañeros de vida”, pero se nos pidió a los amigos guardar un cierto
secreto, porque todavía no se había avanzado hasta el punto de que el Estado
(su empleador) no se sintiera resentido. En abril de 2013 se aprobará y
promulgará la ley de matrimonio igualitario en Uruguay, y ya me contaron que
Eladio y Daniel estarán entre los primeros en “casarse por civil”. Habrá que
ver si los colegas de Daniel se prestan a formar, uniformados, el palio de
espadas tradicional a la salida del Registro. El Estado se quedará con muchas
ganas de resentirse.
La última está en curso. Una mañana hace una semana apareció una de
las sillas de la terraza y su almohadón color crema con una enorme plasta de
excrementos de pájaro. A la noche entendimos: dos palomas torcazas se
dispusieron en una pequeña rama de paraíso o cinamomo que nos da sombra, y allí
estuvieron toda la noche. Se picotean, una al lado de la otra todas las noches
hasta ayer. Las esperamos nuevamente hoy, a eso de las 8 de la noche, cuando
comienza a bajar el sol. Es un poco largo el casamiento, pero cambiando la
silla para otro lugar, nos entretenemos e invitamos a todos los interesados a
salirles de testigo. Abajo hacemos fiesta de jardín. Sólo tememos a nuestros
cinco gatos, no sea que alguno…
Luis e eu em Torres |
Errei o lugar do comentário, claaaro!
ResponderExcluirMas sim,estou esperando que o escritor assuma logo o seu lugar e venha ensinar por outros caminhos.
bj